No somos conscientes de lo duras que son las enfermedades mentales, para los que las sufren y los que les rodean.
Por eso, este relato tiene doble valor. Porque trata con tacto y humor, un tema tan tabú como es volverse loco. Desde dentro, para los de fuera.
Cualquiera que te aparte porque te volviste loco es un gilipollas integral al que no necesitas tener cerca.
Lo que sucede es que, el día menos pensado, la burbuja que has creado para intentar que todo duela mucho menos estalla, pero en lugar de hacerlo para afuera lo hace hacia adentro y… ¡alehop!
A lo mejor simplemente fui macerando una depresión al callarme ciertas cosas por no preocupar a los demás.
Jamás intentes convencer a un loco de que lo que está viendo o sintiendo no es real, porque lo es.
Así que hazme un favor y subraya también esto: que algo hoy te parezca imposible no significa que lo vaya a ser también mañana.
No hace falta entrenar mucho para poder hacerle daño a alguien. Para lo que hace falta entrenar mucho es para que nada te haga daño.
Decía algo así como que uno no debería saber lo que va a decir hasta que termina de escuchar. Y es cierto.